(Por María del Rosario Sisco)
Estamos en la ciudad de Cochabamba, Bolivia, allá por el año 2002. Arístides camina de noche por la vereda de una de las zonas más pobres del país. Se encuentra con un niño durmiendo sobre cartones en plena calle y le pregunta qué está haciendo allí, completamente solo, a esas horas de la madrugada. Así descubre que éste, como otros niños de entre 4 y 7 años que solía ver deambulando por la noche, habían sido enviados a la calle, en un principio, por sus mismos padres para pedir limosna. Pero al experimentar la aparente libertad que las veredas les brindaban, elegían escaparse para alejarse del núcleo familiar que muchas veces contenía violencia.
Arribado al país desde Italia de la mano del Movimiento de los Focolares, Arístides sintió un escalofrío al encontrarse con tantos niños en la misma situación. Conmovido, decidió albergar a estos niños en su propia casa, al menos durante la noche, para que no sufriesen frió ni se expongan a los peligro de una ciudad nocturna.
En un principio recibieron a siete niños en su casa. Sin embargo no era suficiente; todos los días seguían encontrando niños que se escapaban de los problemas de sus hogares en villas de emergencia, para sentirse dueños de la calle. Se calculaba que en Cochabamba había alrededor de 400 niños en situación de calle.
Arístides quiso ayudar a estos siete niños a volver a la escuela, trató de entender de dónde venían y por qué habían escapado de sus casas. Incluso llegó a ponerse en contacto con sus padres y pudo devolverlos a su familias. Pero las cosas no cambiaban. Sin importar el tiempo y las charlas dedicadas a los niños, la situación se repetía: volvían a escapar de sus hogares.
En vez de frustrarse, Arístides, comprendió que no estaban moviendo todas las piezas del ajedrez para poder reincorporar a los niños a sus hogares: faltaba trabajar con sus familias, estudiar sus necesidades económicas y, por sobre todo, verificar si había violencia en el núcleo familiar. Tenían que proporcionarles un ambiente mejor a esos niños, junto a sus familias. Pero ya no podían hacerlo en su propia casa, necesitaban más espacio.
Con este escenario, empezaron a soñar con la idea de conseguir un lugar propio donde se pudiesen construir viviendas para los niños y sus familias en donde restablecer el vínculo familiar. Querían ayudar a los niños en situación de calle y también a los niños con discapacidades y/o enfermedades severas que no podrían acceder al sistema de salud.

Así, de a poco y con muchísimo trabajo e inconmensurable amor al prójimo, Arístides junto al apoyo de un grupo de voluntarios y el respaldo económico que recibió de amigos italianos, creó la Fundación “Casa de los Niños”, en el año 2008.
Reconocida legalmente como institución de ayuda social por el estado boliviano, Casa de los Niños hospeda actualmente a más de 400 personas dentro del terreno que fue urbanizado, incluyendo a 92 familias y a 30 niños huérfanos con discapacidades, cuya tutela les ha sido otorgada por el estado.

En los últimos siete años el proyecto ha crecido mucho y en el terreno se encuentra la Ciudadela del Arcoíris, donde viven 92 familias en casas construida por ellas mismas con ayuda de la asociación y una Escuela con todos los niveles de aprendizaje, desde guardería hasta bachiller. Además, cuentan con otro sector donde residen familias portadoras de HIV. La “Casa de los Niños” propiamente dicha, es un hogar que recibe a niños sin familia con discapacidades o enfermedades severas. También cuentan con una panadería, un comedor y una enfermería.
Cadena de Fraternidad
Sin embargo, el logro del que más se siente orgullosa la institución es la cadena de fraternidad que fue generando: en un principio ellos ayudaron a niños, a través de los cuales llegaron a sus familias. Ahora estas familias devuelven el acto de amor acogiendo a los niños que no tienen padres. Prácticamente la totalidad de los niños albergados de forma permanente en la Casa, están a cargo legalmente de las familias que viven en el predio. El amor de las familias y la solidaridad de los 30 voluntarios no sabe de edades, de condiciones sociales, de errores del pasado, ni de enfermedades.
Hoy, aquellos primeros niños que llegaron al hogar de Arístides, ya son jóvenes estudiantes que están ingresando a la universidad. Arístides y los voluntarios ven en ellos el futuro y buscan abrirles camino, dándoles la oportunidad de seguir formándose y elegir su futuro.
