Confianza colectiva 1/2

30/07/2015

por Sumá Fraternidad

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Por Marisol Cuadrado* De la confianza individual a la colectiva.“La confianza: un bien que crece con el uso” Vittorio Pelligra[1]

Creo que no soy la única que tiene esta duda ¿Es posible tomar decisiones basadas  en la co

nfianza? Ante este interrogante algunos responden: “No me imagino otra manera”, “elijo confiar hasta que se demuestre lo contrario”, “confío y luego controlo”.

 

El desarrollo de la confianza es muy nuevo en las escuelas de negocios. Es uno de los valores más buscados en la gestión empresaria dado que ella genera una alta calidad en los vínculos personales al interior de las organizaciones: es clave para el desarrollo de las personas, al habilitar interrelaciones más desinteresadas y altruistas, al nivel de las entidades facilita un desarrollo de vínculos inter-empresarios más plenos, a la vez que en lo social se logra un mejor funcionamiento democrático de las instituciones públicas.

La administración clásica reconoce la importancia de la confianza como un activo decisivo para la empresa y como una ventaja competitiva que resulta difícil de imitar. Desde que en 1984 Edward Freeman popularizó el concepto de “Stakeholder” ha ido creciendo el debate sobre el papel que la empresa, y las organizaciones en general, deben jugar en la sociedad. Lo cierto es que cada vez más empresas, profesionales, instituciones y organizaciones sociales están comprobando las ventajas de invertir esfuerzos, dedicación y recursos en mejorar la calidad de sus relaciones y en fortalecer la confianza con sus diferentes interlocutores, stakeholders o grupos de interés.

La corriente humanista cree que la realidad hoy en economía es una forma de reduccionismo en la que se trata la ¨confianza¨: ésta, que es una relación, se ha reducido a ¨reputación¨, que es un bien patrimonial como muchos otros. Un sujeto económico invierte en reputación sobre la base de un preciso cálculo de conveniencia: me conviene ¨sacrificarme¨ para adquirir un buen nombre (interés personal) o un cierto prestigio y obtener ventajas económicas (aumento de mi capital). Pero esto no tiene nada que ver con la ¨confianza¨ que, en cambio, postula la referencia a un acto gratuito de fe en el otro. ¿Qué es lo que encontramos como base de esta identificación equivocada entreconfianza y reputación? La base errada es el considerar que la única motivación del comportamiento económico es el interés propio, el provecho personal[2].

Esta mirada nos confirma la definición de la etimología sobre la confianza: formada con raíces latinas y significa “acción de tener total seguridad de algo o alguien”. Sus componentes son: el prefijo con (junto, todo), fides (fe, confianza), nt-(agente, el que hace la acción), más el sufijo ia (cualidad). Está relacionada en la fe respecto a la palabra dada o la promesa hecha por alguien. Por su parte, la raíz sajona de trust corresponde a una forma de esperanza.

Según Vittorio Pelligra, “sin confianza nuestra vida estaría llena de contratos. Afirma que mientras no entendamos que la confianza es (también) un bien económico, no estaremos en condiciones de idear políticas de regeneración y salvaguarda del capital de confianza”[3].

La misma está implicada en todas las relaciones sociales y, en consecuencia, también en las económicas. En cierto sentido es como el aire que respiramos. Es transparente, no nos damos cuenta de su presencia e importancia, está en todas partes, pero también es delicada, frágil y se puede contaminar.

Cuando empezamos a darnos cuenta de su importancia, como ocurre con el aire, es cuando escasea o se contamina. Hoy tal vez la confianza ha adquirido un puesto central en el debate público precisamente porque empieza a escasear, porque la hemos explotado, traicionado y contaminado demasiado. En el ámbito económico esto puede comprobarse con facilidad si pensamos, por ejemplo, en los grandes escándalos financieros, como el caso Enron, Bernard Madoff, Parmalat, Cirio, o los bonos argentinos. Hay quien sostiene que la crisis de las hipotecas subprime, que dio origen a la crisis que seguimos viviendo hoy, no es más que una consecuencia directa de la traición de la confianza de los ahorradores americanos por parte de los grandes bancos.

No se conoce la confianza, no hay palabras para describirla y por eso, paradójicamente, se destruye. Esta es la lógica a la que están sujetos todos los bienes comunes y con ellos también la confianza.

* Marisol Cuadrado: Especialista en gestión de Organizaciones. marisolccuadrado@gmail.com